En el corazón de Padua, un reloj astronómico renacido recuerda la alianza entre ciencia, tiempo y comunidad. En Concepción del Uruguay, el reloj restaurado de la Torre de La Fraternidad latió con la misma convicción: que el tiempo no es solo lo que pasa, sino lo que permanece cuando hay memoria, proyecto y fraternidad.
Durante un viaje familiar por ciudades del norte de Italia, observamos que mantener en funcionamiento los antiguos relojes de torre es mucho más que una tarea técnica: es un verdadero acto de respeto por la historia y por la identidad colectiva.
Un ejemplo emblemático de ello es la ciudad de Padua, en Italia. En el corazón de su histórica Plaza de los Señores, se alza la imponente Torre dell’Orologio (en español: Torre del Reloj), cuya fachada alberga una joya del ingenio medieval: el Reloj Astronómico, uno de los primeros relojes mecánicos y el más avanzado de su tiempo. Representa los movimientos del Sol, la Luna y los planetas conocidos según el modelo astronómico de Ptolomeo. Su restauración más reciente, finalizada en 2010, lo devolvió a funcionamiento como testimonio de una civilización que buscaba medir el tiempo no solo para organizar la vida cotidiana, sino para entender el universo.
El reloj que hoy se puede admirar fue inaugurado en 1436 como una fiel reconstrucción del primero, dañado por un incendio. De la versión original, construida en 1344 por Jacopo Dondi, se conservaron los signos del zodíaco, reutilizados en la restauración posterior. Este reloj, verdadero símbolo del avance del conocimiento en la Edad Media, fue restaurado en múltiples ocasiones, y volvió a funcionar en junio de 2010 gracias a un meticuloso trabajo de recuperación que respetó su diseño original.
Este ejemplo muestra cómo una ciudad que valora su pasado como fuente de inspiración para el presente puede mantener vivos sus símbolos más antiguos. Así como Padua honra el vínculo entre tiempo, ciencia y comunidad, también en Concepción del Uruguay, el reloj de la Torre de la Fraternidad, restaurado y vuelto a funcionar con un mecanismo satelital de avanzada, nos recordó durante un tiempo que el tiempo no es solo lo que pasa, sino lo que permanece cuando hay memoria, proyecto y fraternidad.
El reloj no es solo un mecanismo. Es memoria, es presencia, es comunidad. Es lo que nos recuerda que hay un tiempo compartido, un tiempo que no es solo el de cada uno, sino el de todos.
Así como Padua honra su reloj como patrimonio vivo, Concepción del Uruguay también puede hacerlo, como gesto de identidad. Porque el tiempo, cuando es compartido, construye sentido. Y los símbolos, cuando se cuidan, unen más a la comunidad.
Familia Masramón.